¿Qué se supone que debemos hacer con los asientos reclinables en el autobús?. Parece una perogrullada de pregunta, pero tiene su miga. Porque lo más habitual es encontrar autobuses en los que el espacio vital entre asientos equivalga, poco más o menos, al volumen de un cuerpo estándar. Y cualquier ocupación de ese espacio por algún otro elemento es claramente invasiva.
Así pues, atendiendo a estas características, cualquier movimiento en los respaldos puede ser detonante de conflicto. Y así ocurre en algunas ocasiones, cuando la paciencia de los afectados termina y los comodones exponen todo su descaro. ¿Para qué nos ponen palancas para regular el respaldo si lo más posible es que molestemos al de detrás?. O mejor, si van a poner respaldos abatibles, ¿por qué no separar más los asientos unos de otros?.
Me quejo de los asientos abatibles, pero otro tanto podría contar de las lámparas individuales. En muchos casos están, pero no funcionan. Así, el viaje de noche es una invitación a dormir, porque el vídeo o no se enciende o no se oye. Al parecer no pagamos lo suficiente como para merecernoslo.
Así que olvídate de utilizar el tiempo. Y eso que el viaje suele parecer interminable porque hay que exprimir el recurso y parar todo lo posible, incluso en perdidas áreas de servicio con precios prohibitivos.
Entre tanto AVE, los autobuses son ya el ‘patito feo’ de los transportes. Tanto que a veces pienso que nadie cuida de las concesiones. Y, así, las lìneas interurbanas están llenas de autobuses sin comodidades y servicios insuficientes.