Es completamente legítimo que en una sociedad moderna, libre y con acceso a la información, un grupo de presión con intereses muy particulares lleve a cabo una campaña de publicidad con la que defender sus ideas y movilizar a sus miembros. Nada que objetar pues, al menos en el fondo, a la campaña contra el aborto de la Conferencia Episcopal Española.
Afortunadamente, en España cada uno puede decir lo que quiera, porque hay capacidad de debate y derechos tutelados para contrapesar. Y los políticos que reaccionen como les convenga, porque el pueblo soberano juzgará.
En África siguen existiendo muchas trabas para el pleno desarrollo personal en libertad y me preocupa que, cuando millones de personas mueren allí de SIDA, sólo reciban las mentiras del Papa Ratzinger sobre los preservativos. Porque, por desgracia para unos y por fortuna para los objetivos de otros, allí no se genera el mismo debate ni se tutelan con la misma efectividad los derechos individuales.
Y el mensaje de que los preservativos son más un problema que una solución, además de ser mentira, no sólo crea controversia. También provoca muertos.
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