
Porque, no nos engañemos, yo quiero ser aragonés si puedo desarrollar aquí los proyectos que anhelo. Yo quiero reafirmarme por tener las mismas ventajas que tienen los que comparten otra identidad. Soy aragonés de sentimiento pero, políticamente, espero sacarle algún rendimiento.
De poco me vale ser aragonés si para ser actriz en una serie me tengo que ir a Madrid, como Itziar, la Manolita de ‘Amar en tiempos revueltos’. O si para jugar en un equipo de fútbol competitivo me tengo que ir a Villareal, como Cani. O si sólo en Madrid se editan revistas que me ofrecen el trabajo que yo quiero, como le pudo pasar a Javier Sierra. Ellos son las caras del orgullo de Aragón, pero ninguno está aquí para ejercer ese sentimiento.
Eso sí, el logotipo del dragón me parece acertadísimo.
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