Si 'Tiburón', la original, la única, la que dirigió espléndidamente el gran Steven Spielberg, es una de mis películas favoritas, no es de extrañar que me llamen la atención todo tipo de películas que incluyen a estos animales.
El escualo da miedo. Porque el escualo puede matar. Porque su territorio es mucho más suyo que nuestro. Porque nunca sabes por donde va a llegar.
Ahora se unen el género 'teenager', el de los jóvenes repletos de hormonas con ganas de pasarlo bien, con el del terror de tiburones. Una nueva vuelca de tuerca que ya tengo ganas de ver...
sábado, 28 de mayo de 2011
miércoles, 25 de mayo de 2011
Artículo: Influir con visibilidad
Democracia es votar, claro que si. Y lo que muchos hicimos el domingo es un ejercicio sano y necesario en democracia. Pero lo que no queremos aceptar muchos es que ésta sea la única manera de participar en el juego político.El único hilo directo que una al conjunto de la ciudadanía al quehacer diario de las instituciones y, por otro lado, la única ocasión en la que nuestros políticos se sientan obligados a atendernos y entendernos.
Porque democracia, además de votar, es argumentar y debatir. Es contrastar opiniones. Es reivindicar en libertad. Y, por supuesto, es influir en la labor diaria de nuestros representantes.
Una pretensión lícita que se escenifica algunas veces en reuniones pomposas con los más ricos en los más destacados centros de poder. Otras se articula a través de manifestaciones más o menos ruidosas organizadas por grupos de presión. Y, pasa mucho, también se influye con reuniones en despachos cerrados, sin taquígrafo y con agenda tan concreta como, muchas veces, oculta.
Por supuesto que los foros surgidos de forma espontánea en decenas de ciudades españolas y concurridos por miles de ciudadanos anónimos tienen voluntad de influir. De hecho, es esa pretensión lo que le da sentido. Pero las propuestas se conforman en público, con debates abiertos y sin apuntar a nombres o siglas concretas. Y como, al contrario que los banqueros, especuladores, sindicatos, asociaciones de electores, etc., no hay nada que dar a cambio, se pide con todo lo que es uno, maltratando vidas y cuerpos durmiendo en la calle, dejando a un lado la vida normal y las comodidades.
El objetivo pasa por la visibilidad, porque todos conozcan la indignación y se unan a dar soluciones para implicar al político y obligarle a dar la cara, aunque no haya elecciones a la vista.
Porque democracia, además de votar, es argumentar y debatir. Es contrastar opiniones. Es reivindicar en libertad. Y, por supuesto, es influir en la labor diaria de nuestros representantes.
Una pretensión lícita que se escenifica algunas veces en reuniones pomposas con los más ricos en los más destacados centros de poder. Otras se articula a través de manifestaciones más o menos ruidosas organizadas por grupos de presión. Y, pasa mucho, también se influye con reuniones en despachos cerrados, sin taquígrafo y con agenda tan concreta como, muchas veces, oculta.
Por supuesto que los foros surgidos de forma espontánea en decenas de ciudades españolas y concurridos por miles de ciudadanos anónimos tienen voluntad de influir. De hecho, es esa pretensión lo que le da sentido. Pero las propuestas se conforman en público, con debates abiertos y sin apuntar a nombres o siglas concretas. Y como, al contrario que los banqueros, especuladores, sindicatos, asociaciones de electores, etc., no hay nada que dar a cambio, se pide con todo lo que es uno, maltratando vidas y cuerpos durmiendo en la calle, dejando a un lado la vida normal y las comodidades.
El objetivo pasa por la visibilidad, porque todos conozcan la indignación y se unan a dar soluciones para implicar al político y obligarle a dar la cara, aunque no haya elecciones a la vista.
miércoles, 18 de mayo de 2011
Tras una década, adiós 'Smallville'
Nada más y nada menos que una década ha pasado. Bueno, en realidad en mi caso menos. Porque comencé a ver 'Smallville' aquel verano en que llegó los viernes por la noche a las parrillas de La 1, entonces La Primera. Y supongo, estoy seguro, que ya hacía un año, sino dos, que la serie que narraba la adolescencia del futuro Superman empezaba a ser un pequeño fenómeno en la televisión de EE.UU.
Cuando comenzó no dejaba de ser una serie de claro propósito juvenil. Con instituto, animadoras y hormonas a raudales que, alrededor del universo del más famoso de los héroes, incluía elementos sobrenaturales que incitaban a la aventura. Pero la cuestión es que era una serie no solo entretenida, con una clara estructura procedimental, sino que además utilizaba la trama lineal del crecimiento de un héroe. La lucha interior entre vivir la vida y responder a la llamada del héroe es uno de los puntos fuertes de estas primeras temporadas.
Es a partir de la cuarta temporada, cuando Lana Lang vuelve de un viaje a París con novio y suegra malvada incluída, cuando las tramas comienzan a serializarse aún más y el contenido comienza a oscurecerse. Al mismo tiempo que la edad de los protagonistas aumenta, también, la profundidad de las historias. Los conflictos son más duros y la muerte acecha. Los personajes comienzan a adquirir roles propios del universo de Superman.
Con el comienzo de la cuarta, tras una segunda lluvia de meteoritos sobre Smallville, cuando comienza la mejor etapa de la serie. Disfruté de lo lindo con las siguientes cuatro temporadas, con la evolución de la relación entre Lex y Clark, a una clara enemistad. Con la cada vez mayor implicación con su futuro de héroe de uno y el paso dado hacia el lado oscuro del otro. Vaya temporadas entonces.
A partir de la octava, con la desaparición de Lex Luthor, llega el bajón. Parecen saber a donde van, pero no aciertan con las tramas de desarrollo. Los nuevos malos no parecen nunca tan malos y tan unidos a la serie como los que ha habido. Chloe ya no será nunca mi Chloe. El acierto está en la Liga de la Justicia. Y ya. La temporada de Zod es muy mala.
Y esta última temporada, la décima, nos ha dejado un agridulce sabor de boca. Con un malo malísimo, Darkseid, que prometía mucho y se ha quedado en nada. Y con tramas destinadas a dejar la historia en el punto en el que tenía que estar, con Clark Kent poniéndose las mallas.
Quizá debería haber acabado antes. Además, dos lástimas:
- tras 10 temporadas sin volar, que lástima que aquello se resuelva tan de repente y tan forzado.
- tras 10 temporadas sin ponerse el traje, que lástima que no se vea bien en ningún momento. Pero es que al parecer Tom Welling había puesto en el contrato que el no se metía en las mallas ni de coña. Y por eso había que sacarlo de lejos...
Pero bueno, todo ha merecido la pena...
¡Larga vida a Smallville!. ¡Hasta siempre!.
Cuando comenzó no dejaba de ser una serie de claro propósito juvenil. Con instituto, animadoras y hormonas a raudales que, alrededor del universo del más famoso de los héroes, incluía elementos sobrenaturales que incitaban a la aventura. Pero la cuestión es que era una serie no solo entretenida, con una clara estructura procedimental, sino que además utilizaba la trama lineal del crecimiento de un héroe. La lucha interior entre vivir la vida y responder a la llamada del héroe es uno de los puntos fuertes de estas primeras temporadas.
Es a partir de la cuarta temporada, cuando Lana Lang vuelve de un viaje a París con novio y suegra malvada incluída, cuando las tramas comienzan a serializarse aún más y el contenido comienza a oscurecerse. Al mismo tiempo que la edad de los protagonistas aumenta, también, la profundidad de las historias. Los conflictos son más duros y la muerte acecha. Los personajes comienzan a adquirir roles propios del universo de Superman.
Con el comienzo de la cuarta, tras una segunda lluvia de meteoritos sobre Smallville, cuando comienza la mejor etapa de la serie. Disfruté de lo lindo con las siguientes cuatro temporadas, con la evolución de la relación entre Lex y Clark, a una clara enemistad. Con la cada vez mayor implicación con su futuro de héroe de uno y el paso dado hacia el lado oscuro del otro. Vaya temporadas entonces.
A partir de la octava, con la desaparición de Lex Luthor, llega el bajón. Parecen saber a donde van, pero no aciertan con las tramas de desarrollo. Los nuevos malos no parecen nunca tan malos y tan unidos a la serie como los que ha habido. Chloe ya no será nunca mi Chloe. El acierto está en la Liga de la Justicia. Y ya. La temporada de Zod es muy mala.
Y esta última temporada, la décima, nos ha dejado un agridulce sabor de boca. Con un malo malísimo, Darkseid, que prometía mucho y se ha quedado en nada. Y con tramas destinadas a dejar la historia en el punto en el que tenía que estar, con Clark Kent poniéndose las mallas.
Quizá debería haber acabado antes. Además, dos lástimas:
- tras 10 temporadas sin volar, que lástima que aquello se resuelva tan de repente y tan forzado.
- tras 10 temporadas sin ponerse el traje, que lástima que no se vea bien en ningún momento. Pero es que al parecer Tom Welling había puesto en el contrato que el no se metía en las mallas ni de coña. Y por eso había que sacarlo de lejos...
Pero bueno, todo ha merecido la pena...
¡Larga vida a Smallville!. ¡Hasta siempre!.
domingo, 15 de mayo de 2011
Sunday Jamiro...
Buena música de uno de mis preferidos para alegrar un día tan cojonudo como este que, desgraciadamente, tiene muchos números para acabar doliéndome (tranquilos, sólo hablo de fútbol)...
jueves, 12 de mayo de 2011
La mirada sueca
Curioso el trabajo de este observador sueco de la realidad europea y no menos interesante su apreciación sobre los trabajadores españoles. Y lo cierto es que la mirada sueca no anda muy desencaminada...
martes, 10 de mayo de 2011
Artículo: Complejos
Pasadas las tres de la mañana del sábado, en el interior de la impresionante sede de la Casa de Aragón en Barcelona. Allí es dónde fui testigo de cómo nuestros valores como comunidad están perfectamente mantenidos y representados por las gentes que tienen a esta tierra nuestra en sus corazones. Y, además donde constaté que ese cariño y su manifestación acerca un paso a la felicidad.
Curioso como la jota y otros cantos y sonidos aragoneses se cuelan en la fiesta de los jóvenes que viven lejos de Aragón. De la misma forma que ocurría en las fiestas de los antepasados que nos son comunes y que, en muchos casos, debieron dejar esta tierra abandonada a su suerte para ganarse la vida allá donde invertían los más ricos o había gente con capacidad para crear trabajo.
Pero pese a la distancia o precisamente por ella, no sólo no se permitieron olvidar de donde venían sino que, al contrario, se propusieron crear espacios para disfrutar del hecho diferencial de ser aragonés y para mantener y potenciar usos y costumbres de aquí. No es fácil, porque pasan los años y con ellos las generaciones. O porque con la desaparición de los referentes se pierden las referencias. Pero todavía hay personas que siguen estando empeñados en disfrutar y difundir lo aragonés. En mostrar que, aún lejos, no olvidan de donde vienen.
Lo he visto este fin de semana en Barcelona, con los jóvenes terminando la fiesta con jotas. Lo disfruté en Argentina y Brasil, compartiendo la emoción que provoca todo lo aragonés entre la colonia de descendientes y amigos que, en muchos casos, ni siquiera han estado en Aragón. Y uno se pregunta, al ver semejante orgullo por ahí, por qué aquí tenemos, o al menos hemos tenido durante mucho tiempo, tantos complejos en reivindicar lo nuestro, acomplejados por la supuesta modernidad y haciendo analogías absurdas con el baturrismo.
Curioso como la jota y otros cantos y sonidos aragoneses se cuelan en la fiesta de los jóvenes que viven lejos de Aragón. De la misma forma que ocurría en las fiestas de los antepasados que nos son comunes y que, en muchos casos, debieron dejar esta tierra abandonada a su suerte para ganarse la vida allá donde invertían los más ricos o había gente con capacidad para crear trabajo.
Pero pese a la distancia o precisamente por ella, no sólo no se permitieron olvidar de donde venían sino que, al contrario, se propusieron crear espacios para disfrutar del hecho diferencial de ser aragonés y para mantener y potenciar usos y costumbres de aquí. No es fácil, porque pasan los años y con ellos las generaciones. O porque con la desaparición de los referentes se pierden las referencias. Pero todavía hay personas que siguen estando empeñados en disfrutar y difundir lo aragonés. En mostrar que, aún lejos, no olvidan de donde vienen.
Lo he visto este fin de semana en Barcelona, con los jóvenes terminando la fiesta con jotas. Lo disfruté en Argentina y Brasil, compartiendo la emoción que provoca todo lo aragonés entre la colonia de descendientes y amigos que, en muchos casos, ni siquiera han estado en Aragón. Y uno se pregunta, al ver semejante orgullo por ahí, por qué aquí tenemos, o al menos hemos tenido durante mucho tiempo, tantos complejos en reivindicar lo nuestro, acomplejados por la supuesta modernidad y haciendo analogías absurdas con el baturrismo.
martes, 3 de mayo de 2011
Magister Spielberg
El lunes por la noche, después de ver el capítulo de estreno de 'Se escribe con jota', caí atrapado por una película que quizá no pase a la historia pero que, como otras muchas del susodicho, debería ser analizada por el buen hacer del director. Se llama Steven, se apellida Spielberg, y en una película como 'La guerra de los mundos' convierte la dirección en un nuevo ejercicio de maestría.
Cada uno de sus planos atrapa, engulle, sumerge al espectador en su propuesta. No serán películas de arte y ensayo, no acertarán con el análisis profundo (que siempre lo intenta), pero nadie me puede negar que son en si mismas experimentos, pasos adelante en el tratamiento de las imágenes, con propuestas que sorprenden a la vez que consiguen atraparte y hacerte cómplice de la película.
Recordad. Recordad y repasad las propuestas fílmicas del magnífico Spielberg, las de sus películas más laureadas y las más (en muchos casos injustamente) denostadas... Pocos en su oficio ofrecen más.
Cada uno de sus planos atrapa, engulle, sumerge al espectador en su propuesta. No serán películas de arte y ensayo, no acertarán con el análisis profundo (que siempre lo intenta), pero nadie me puede negar que son en si mismas experimentos, pasos adelante en el tratamiento de las imágenes, con propuestas que sorprenden a la vez que consiguen atraparte y hacerte cómplice de la película.
Recordad. Recordad y repasad las propuestas fílmicas del magnífico Spielberg, las de sus películas más laureadas y las más (en muchos casos injustamente) denostadas... Pocos en su oficio ofrecen más.
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