Los estadounidenses están ahora también en pleno proceso de confección de listas. Eligen los nombres que optarán a la presidencia del país. La diferencia con España es que allí lo están haciendo ante la opinión pública y pidiendo la opinión de los ciudadanos.
En cambio aquí la elección de las personas que optarán al parlamento se sigue produciendo en la oscuridad de los despachos y de las organizaciones. Al final lo aprobará una asamblea, pero con lo visto y oído en los últimos días cuesta entender que ese órgano tenga poder real o efectivo. Más bien parece que sólo están para oficializar lo que se decide en un despacho. Y muchas veces ni nos enteramos de los posibles debates. Eso, dicen, queda sólo para los integrantes del aparato del partido. Y claro, suena todo tan secreto que no es extraño que los ciudadanos de a pie recelemos.
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