¿De qué voy a escribir yo hoy?. ¿Cómo puede uno sustraerse a la locura colectiva en la que nos ha sumido la consecución del Campeonato del Mundo de Fútbol?. Yo no puedo. Pero hay quién lo hace. Gente que no sólo quiere aislarse de todo este jaleo y pretende sentirse ajeno sino que, además, enarbola un discurso anti fútbol. De sus bocas salen tópicos como que este deporte aborrega a las masas o que a su alrededor no hay más que ignorantes y violentos. Afirmaciones necias. De hecho, del paso de la Selección Española por el Mundial yo extraigo unas cuantas lecciones.
La primera es la del proyecto común siempre posible. Un grupo de jóvenes, con las mismas inquietudes que tenemos todos, que en lo ordinario actúan como rivales, son capaces de unir sus habilidades para crear un grupo compacto para un objetivo importante. Ojalá en otros ámbitos fuera posible unir las potencialidades de cada uno para crear algo favorable para todos.
Otra lección es la del juego limpio. Para llegar al destino soñado siempre se pueden elegir varios caminos y nuestro fútbol escoge el juego bonito y limpio. Enseña que es más productivo preocuparse por su propio estilo y mantenerlo que pensar en la destrucción del juego del contrario.
Y luego está la convivencia. Porque al compartir una ilusión descubrimos cuanto tenemos en común con los vecinos. Y el respeto por los demás. O la humildad… Hay muchas lecciones que aprender de esta selección de campeones.
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