miércoles, 26 de marzo de 2014

Artículo: Una pena

Es una pena que, después de una manifestación multitudinaria que congregó a decenas de miles de personas llegadas de toda España para denunciar la descomposición del sistema social y político, la noticia sean los disturbios. Resulta vergonzante, casi provocador, que las fotografías elegidas para ilustrar la histórica jornada sean las de los enfrentamientos entre la policía y los violentos, y no las del Paseo de la Castellana de la capital repleto de manifestantes.


La plaza Colón de Madrid presentaba este aspecto al final de la Marcha de la Dignidad.


Se niega el protagonismo al éxito de la movilización, apoyada además por otras concentraciones en el resto del Estado durante esa misma jornada. Lo que debería ser el titular se sustituye por el subtítulo, en una mezcla de intenciones mediáticas que incluyen la manipulación política y los intereses de audiencia. Porque la triste verdad es que el informativo tiene más impacto entre los espectadores si se destacan las imágenes de los policías atacados que si se informa de una marea humana pacífica.

Pero, además, algunos medios contaminan la realidad relacionando directamente y sin explicación racional alguna, a los pocos centenares de violentos que se aprovechan de la situación con el conjunto de la reivindicación. Son tan osados que se atreven a hablar de conspiraciones de partidos o sindicatos, sin atender a la matemática básica. Aquella que señala que si de verdad los miles de participantes en las Marchas de la Dignidad hubieran querido destrozar Madrid, no hubiera habido antidisturbios que los pararan.

Dicen que son 50.000...



La pena es, también, que sea tan difícil controlar a esos grupos que siempre que se proponen reventar un acto acaban consiguiéndolo. Y da igual que sea una manifestación política o una celebración deportiva, lo que también dice poco bueno de los despliegues de seguridad y sus métodos, más cercanos a veces a la provocación que a la prevención.

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