Los que ya lleváis años leyéndome sabéis que, aunque piense
que escribir de ciertos asuntos y nombrar a algunas personas no es nada
beneficioso para uno mismo, no puedo dejar de entrar al trapo de la actualidad
más vergonzosa. Más aún si es la expresión de la descomposición de una casta,
la de la alta política, que ya no está sirviendo a nada ni a nadie. Porque si
toda una presidenta de partido que, supuestamente, ha dedicado su vida al
servicio público se siente con fuerzas para huir de la policía derribando la
moto de uno de los agentes en el camino, que no se atreverá hacer con gente
como yo, un “mindungui” acogotado por la crisis que nos rodea.
El escándalo “Espe a la carrera” es todo un ejemplo de los
males que acucian a nuestro sistema político, en manos de las mismas personas y
familias desde hace décadas. Muestra descarnadamente el desapego de los
dirigentes a la sociedad real, quizá el más absoluto desconocimiento, provocado
por décadas de vidas bajo el prisma de asesores pelotas, en el universo protegido
de unas instituciones cada vez más cerradas a los ciudadanos, donde el dinero
contante y sonante apenas se usa porque todo lo pagan otros o los precios de lo
básico nunca responden a lo que hay en la calle. Los que son jóvenes están en
la alta política porque llevan décadas reproduciendo los esquemas de los que se
retirarán cuando se jubilen. Ni siquiera los nuevos consiguen despegarse de una
estructura de poder y de incentivos que atrapa a base de privilegios.
Y entonces llegan los discursos paralelos propios del que
vive en otro mundo. Como la defensa de los agentes de la ley bajo cualquier
concepto hasta que le tocan a uno. Entonces ya no todos son buenos. Y los que
aún tenemos la suerte de no estar “partidariamente” contaminados, escuchamos y vemos
y nos debatimos entre si reírnos o auto exiliarnos.
Viva el humor de la gente |
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