Algunos ya lo sospechábamos porque, tan sólo prestando algo de atención y atando cabos, es fácil deducir que las cosas podían llevar ese camino. Pero es que ahora ya nos han confirmado, los que saben, que mantener una postura positiva ante la vida que se nos da o nos damos no trae nada más que cosas buenas.
Ha hecho falta, para la confirmación, uno de esos sesudos estudios que ocupan el tiempo de decenas de científicos. Su sueldo depende de cosas como analizar el estado de salud y la longevidad de 180 monjas de un convento que, antes de ingresar en la orden, habían escrito sobre las esperanzas depositadas en sus vidas. Y, mira por donde, al final se ve que las que más mencionaron la alegría y la felicidad en sus redacciones han vivido más y más tranquilas que las que se mostraban un poco más contenidas en sus emociones.
A ver, que digo yo que hay cosas de esas de la vida que ninguno queremos que no conseguiremos evitar por reírnos más. Pero oye, lo de la actitud positiva acompañada por la profusión de caricias y abrazos que tienen una correlación directa con el sistema inmune, según el citado estudio, no pinta nada mal. Tendrá o no consecuencias futuras, pero tiene muy buena pinta en el presente. Es una muy buena filosofía de vida que hay que abrazar.
Eso sí, reconozco que tomarse las cosas siempre de forma positiva requiere de una enorme fuerza de voluntad. Porque lo que nos enoja estará siempre rondando, poniéndonos a prueba y, ya está confirmado, fastidiándonos la salud. Y hay que ser fuerte para no acusar sus efectos o, al menos, disimularlos con una sonrisa.
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