miércoles, 29 de diciembre de 2010

Artículo: Otro día más

Noche de paz, noche de amor... Calificativos de peso para definir una fecha ya de por si marcada en una clara dirección, la de ser una noche buena. Y es quizá por tantos condicionantes previos por lo que la velada del 24 de diciembre es tan esperada como denostada. Una jornada que potencia tanto lo más positivo como lo más negativo. Que hace especialmente felices a los que lo son y que ahonda en la desgracia de los que no. Que atrae tanto a la alegría como a la hipocresía. ¿Es una celebración sincera o una obligación sistemática?.

Lo cierto es que resulta curioso comprobar la gran cantidad de personas que afirman no sentirse nada cómodas con la navidad y todo lo que le rodea. Y entre las posibles razones asoma, una vez más, la conversión de la fiesta en una rutina sistematizada que potencia comportamientos que, al final, se orientan al consumismo. Una evolución propia de este globalizado y mediatizado mundo del capital.

Lo que ocurre es que en navidad no sólo se nos indica la razón por la que hay que regalar, además se ha creado todo un universo de rituales y relaciones interpersonales que convierten en ineludible la presencia de una familia unida, de una fiesta entrañable o de emotivos reencuentros sentimentales. Parece obligatorio pasarlo bien y hacer de la velada algo especial. Y ya es así, incluso, para los que no creen en la festividad que se celebra.

Y lo tenemos tan interiorizado que las ausencias duelen el doble que en cualquier otro día, que las habituales disputas familiares parecen mucho más disputas o que la falta de tus seres queridos se hace mucho más notable. Y, en realidad, ¿no es el 24 de diciembre un día como cualquier otro?.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Creo que soy de las pocas personas que no piensan en la Navidad como una época consumista (o no más consumista que las rebajas). Para mi la Nochebuena es buena porque tengo a todos los que quiero conmigo. Porque nos esmeramos en la cocina para agasajar a quién viene, aunque comamos cardos. Porque sabemos que aunque acabemos de cenar a las 11 no nos moveremos de la silla hasta las 4 de la mañana. Nos gusta ser una piña, nos gusta ser una familia aunque no seamos primos. Para mi la Navidad es una exaltación de la amistad y tal vez a quién no le guste es porque no está con quien quiere y esa situación debería replantearsela.