Lamento que la sinrazón de los asesinos haya aparecido otra vez en España. Como en un guión sin imaginación ni sorpresas, como si fuese un reflejo de la propia incapacidad de los asesinos para ofrecer algo distinto a lo que siempre han hecho, han vuelto a intentar desbaratar el normal desarrollo de la democracia. Han hecho lo único que saben hacer los asesinos: matar.
Lamento que la mayoría de los vascos deban convivir todavía con la gente que puede justificar semejantes barbaridades. Es penoso que personas tan cobardes y mezquinas puedan, ni tan siquiera por un momento, pensar que pueden representar algún proyecto válido de futuro.
Lamento que los gobernantes del País Vasco no se quieran dar cuenta de la verdadera enfermedad que padece su tierra ni de las actuaciones prioritarias que precisa. Pretenden hacer una operación de cirugía estética a un enfermo del corazón.
Lamento que algunos políticos, sacerdotes o periodistas exaltados hayan creado, durante los últimos años, una situación tan tensa respecto al terrorismo. Es por eso que a los ciudadanos de a pie no nos han dejado manifestarnos junto a nuestras instituciones contra E.T.A. hasta tres días después del asesinato de Isaías.
Lamento que, una vez más, los terroristas hayan conseguido variar la agenda del proceso electoral español. Seguro que la familia de Isaías hubiera querido que la campaña acabase normalmente. Con duelo, pero hasta el final.
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