miércoles, 26 de marzo de 2008

Sentimiento

“¿Cómo?”, respondo aturdido a la pregunta del curioso turista. Acabo de ser elegido como intermediario hacia el conocimiento. Una de las personas que nos está haciendo fotos, como si no resultara ya difícil ser atracción turística, quiere dar respuesta a sus dudas sobre lo que está viendo. Me traslada una cuestión de respuesta difícil: “¿qué sientes?”. Yo paro de tocar el tambor y pienso detenidamente la respuesta. Al fin y al cabo, no solo debo ser cortés y colaborar atentamente con los visitantes, sino que además siento la necesidad de ejercer de embajador de la tierra.Si opto por la verdad, debería responder que yo no siento nada muy especial. Disfruto de un momento de alegría compartida y me siento dichoso de participar de una tradición de mi pueblo. Eso en sí mismo está muy bien, pero no hago distinciones entre este sentimiento y el que experimento en la Subida al Calvario de las Fiestas Mayores.

Pero claro, cuando me fijo en la cara expectante del turista y paseo la mirada entre los tamborileros que me rodean, me doy cuenta de que no debo particularizar. Es mi obligación transmitir una cierta relevancia, exponer un sentimiento que comparten buena parte de mis convecinos y que distingue el hecho de tocar el tambor. Así que, de cara al bien común, adornaré mi respuesta y exaltaré ese sentimiento al que yo, desgraciadamente, no acabo de llegar.
Claro que, entonces, me expongo a sembrar otra duda en el turista curioso. ¿Y que hago cuando me pregunte sobre el tipo de sentimiento?. Religioso, folklórico, por pertenencia... Nos enfrentamos al eterno dilema del análisis profundo de la tradición.
Por cierto, cuando voy a contestar el turista ya está preguntando a otro.

Pese a lo que digo... ¿a qué parece que de verdad lo siento?. Bea me ha sacado un foto de tamborilero de los buenos. Así lo parezco junto a Silvia, que en dos días parecía una alcorisana más.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Yo a las procesiones, los tambores, las imágenes, las saetas y todo lo que sale de no sé donde en Semana Santa lo llamo pantomima folclórica. No siento apego ninguno ni por lo que se hace en mi tierra. Y lo que peor me sienta es que los medios de comunicación califiquen estas cosas como muestras de recogimiento o de fervor religioso. Por favor, si la mayoría de los que participan en las procesiones no se saben ni el Padre Nuestro.