De vez en cuando hace bien ver una película como ésta. Lástima que no tenga tiempo suficiente para dedicar un par de horas a la semana al gore, y si es oriental, mejor.
Atención a la escena del robot gigante destrozando el edificio y el chorro de sangre de sus habitantes o residentes saliendo como surtidor... De hecho, la sangre a chorro, junto a los inventos imposibles (la teta metralleta no tiene desperdicio) son imágenes de marca del gore japonés.
¡¡¡Ya te tengo ganas Sitges!!!
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