miércoles, 20 de agosto de 2008

Artículo periódico: De playa

Todos los que somos de interior deberíamos atender a la obligación de pasar por la playa cada verano, al menos unos días. Disfrutar de las sesiones de ‘tumbing’ entre la arena, de los baños de sol con el único objetivo de coger color, el incumplimiento total de los horarios más básicos, la pura desidia en el vestir (bañador, chanclas y camiseta sencilla) la mayor parte del día, comer y cenar en la terraza, alternar con otras personas de interior que están disfrutando de la playa, meterse hasta las rodillas en el agua, darse caprichicos en forma de helados, gofres y mojitos... El ritual playero de cada verano es, sencillamente, reparador.


Y, con mucho respeto, afirmo no entender a los que dicen que estar en la playa no es más que ‘vegetar’ en la arena. ¿Para que se inventaron entonces los chiringuitos sino para no menos imprescindibles ‘breaks’?. ¿Y los rompeolas y acantilados en los que coger bichos marítimos?. ¿O los paseos marítimos, ideales para dar paseos y clasificar especímenes humanos?. Todo el que diga que en la playa no hay nada que hacer miente.


Lo que pasa es que se persigue el aburrimiento calculado. A la playa se va a no hacer nada, como mucho las comidas y la limpieza básica del apartamento que nos hemos alquilado o compramos con la indemnización de la prejubilación.
Y todo aquel que planifica sus vacaciones planeando muchas actividades es sospechoso de vaguear durante el resto del año. Si no lo creen pregunten en Vinaroz, Peñíscola, San Carlos de la Rápita o Salou, donde dicen que lo primero que se pone moreno es el sobaco, de lo mucho que tienes que saludar a conocidos del Bajo Aragón.

1 comentario:

HGHGHG dijo...

Mmmmmm, lo único que salvaría de esa cosa llamada playa son las canciones de los Beach Boys y el gremio de los surferos.
Abrazo!