En el final del viejo año y el principio del nuevo ha explotado un conflicto que, por otra parte, nunca ha dejado de estar activo. El de la franja de Gaza es un nuevo ejemplo del horror que los humanos podemos crear como especie.
Lo más triste es afirmar con seguridad que este es sólo el primero de los conflictos relevantes del nuevo año. Habrá más guerras, genocidios o atentados destacando entre los millones de muertes violentas que siguen definiendo a nuestro mundo. Y lo más crudo de todo es que, avancemos lo que avancemos en todos los campos, no parece que la situación pueda cambiar.
Siempre habrá motivos para la división. Es muy difícil acabar con todas las injusticias. Nunca desaparecerán las diferencias. Y, sobre todo, parece imposible dar con verdaderas soluciones.
Por eso, ¿qué hacemos ahora?. ¿Podrá una fuerza de paz internacional evitar que en Gaza tengan misiles para atacar a Israel?. ¿Parará el ataque genocida de los israelíes?. Quizá las respuestas sean sí, pero… ¿tendrán entonces libertad los palestinos?.
Desgraciadamente la paz, o la ausencia de violencia, pocas veces es justa. Ni siquiera protege del todo a los más indefensos, sino que generalmente se hace a la medida de los poderosos. Y, si no es así, los anteriormente oprimidos se lanzan ahora contra los que los oprimían. El mundo está lleno de ejemplos. Porque no todo es blanco o negro.
Esta causa olvidada es un buen ejemplo de lo que digo. Pararon las armas pero... ¿de verdad hay paz con miles de refugiados sin poder volver a sus casas en el desierto de un país extranjero?.
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