El mundo entero ha recibido con expectación la llegada de Barack Obama al poder. No es para menos. Dice traer consigo un nuevo estilo que cambiará la forma de hacer política desde los EE.UU. Sus inspiradores discursos llaman al entendimiento, la esperanza o la paz. O es un ejemplo vivo de la superación de tabúes y barreras.
La presidencia de Obama comienza bajo unas expectativas máximas y, por tanto, con un alto nivel de exigencia. Los comentarios que se escuchan sobre el nuevo líder, ya sea en Bruselas, Madrid o en Mas de las Matas, parecen aludir a un nuevo mesías. El hombre coraje que conseguirá resolver los peligros globales que tanto nos preocupan y que amenazan nuestro modo de vida, tan cercano hoy al que durante años ha exportado el país con el que todos, alguna vez, nos hemos comparado.
Pero, en realidad, no existen demasiados motivos objetivos por los que el mundo deba sentirse, de antemano, aliviado. Porque es el presidente de los EE.UU. y se debe a sus intereses, que no siempre van a ser los nuestros. Porque, en aquel país si, el presidente sólo es una parte del poder y el juego de la política puede modificar estrategias de partida. O porque el mundo es un tablero inestable y nunca se sabe qué deparará el juego.
¿Por qué tanta ilusión, entonces?. Estoy convencido de que buena parte de la respuesta está en su primer acto como presidente: desalojar del poder a los neo-conservadores que, con Bush Jr. a la cabeza, han traído al mundo la guerra y el desplome económico. En esa comparación, Obama superará cualquier expectativa.
1 comentario:
Las expectativas son altas, sí, y no lo va a tener fácil para cumplirlas, entre otros motivos por la herencia que le deja el lumbreras de Texas (por cierto, que al palmero de "eshtamos trabahandou en ellou" no se le ha visto por el "ranchou"), pero al menos, démosle cuartelillo...
Publicar un comentario