Ente el fijo de Madrid que sigue funcionando y la falta de cobertura de Movistar en mi pueblo, los de Telefónica me están tocando mucho los cojones...
El trato que reciben, actualmente en España, los usuarios de quiénes les dan los servicios no sólo sigue siendo inadecuado sino, en muchos casos, basado en condiciones tan inasumibles como abusivas.
Desde las llamadas promocionales indiscriminadas a las que somos sometidos por las operadoras de telefonía, bancos o aseguradoras hasta las trabas a las que nos someten para rescindir contratos, pasando por los complicados canales de comunicación que, además, cuestan un dineral. Todo parece estar pensado para sacar de quicio al consumidor con los objetivos de confundir, de vender mensajes atractivos pero envenenados o de desanimar ante posibles reclamaciones.
Y, al final, quedan dos opciones. Volverse loco pasando horas y horas de tu tiempo, sino días y meses, haciendo frente a complicados procesos y pasando decenas de filtros, llegando incluso a enfrentarse a sus poderosos abogados, para hacer llegar la reclamación. O, simplemente, olvidarse de todo ello y esperar que la operadora de servicios a la que te cambias no te haga algo parecido. Así, pese a todo, sigue siendo la triste vida del consumidor.
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