La agenda periodística
suele ser bastante repetitiva en el tiempo. Siempre existen y
existirán los típicos temas estacionales, retomados de forma
habitual. Asuntos como las rebajas y los consejos básicos a la hora
de afrontarlas, la depresión post-vacacional después de los meses
de verano o la guía de cuidados ante el peligroso sol del estío.
Noticias ya escritas de año en año y relacionadas con los usos,
costumbres y períodos propios de esta sociedad.
Así, este momento en el
que estamos ha sido, tradicionalmente, el de la archiconocida “cuesta
de enero”. Tras los fastos navideños, siempre llegó la hora de
hablar del duro contacto con una realidad que iba a resentirse por el
efecto que habían sufrido las finanzas familiares en las semanas
anteriores. Entrevistas a pie de calle con sufridos consumidores,
exhibiciones de amas de casa siempre dispuestas a mostrarnos como
exprimen el presupuesto de la casa o conversaciones con gestores
listos para darnos sus consejos, siempre hubo algo de esto en los
informativos del mes de enero.
Y es que,
desafortunadamente, la cuesta de enero ya no es sólo cosa de este
mes. La continua bajada de las rentas del trabajo y el cada vez mayor
riesgo de exclusión social que ha traído consigo la
“crisis/estafa”, han trasladado la temida “cuesta” a cada mes
del año. Cambia el contexto y, con él, también nuestra forma de
ver la vida. Y quizá porque el consumismo navideño ya no puede ser
exagerado, la cuesta ya no es tan grande. Y lo que antes era una
cuestión especial, las dificultades económicas de muchas familias
en enero, es hoy algo tan estructural que, desgraciadamente, se
convierte en habitual.
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