Es tiempo de plantearse propósitos para el año que ya comienza. Este año no los tengo tan claros, habrá que adaptarse a la situación, que espero cambie en algún aspecto. Porque no hay espacio para un gimnasio o un curso intensivo de inglés si no se tienen los suficientes ingresos. Y aún está por ver que la economía empiece a levantar cabeza y con ella comiencen a aparecer nuevos puestos de trabajo u oportunidades que ocupar o aprovechar.
Conseguido el reto de fumar lo mínimo o asumida la necesidad de hacer algún tipo de deporte, me animo ahora a decidirme a arrancar con fuerza proyectos que siempre me han atraído y nunca he podido y me atrevido a llevar a cabo, hablar de una vez un inglés aceptable, plantearme mejorar ciertas actitudes discutibles y cultivar aún más las relaciones con amigos y familiares.
Lo demás es poco más que capricho. Pero los caprichos también son importantes, digo yo.
Son éstos últimos son los que me planteo muy a largo plazo. A varios años vista, posiblemente. Y pasan por cruzar los Estados Unidos en un coche alquilado, asistir a algún partido de Roland Garros y, muy adecuado recordarlo en estas fechas, estar entre los invitados al concierto de Año Nuevo en Viena.
Que, por cierto, qué mejor manera de empezar un nuevo año que al mismo ritmo de la 'Marcha Radetzky'...
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