Sea o no con razón, aún contando con la seguridad de su inocencia, tener que ir a declarar en un proceso judicial en calidad de imputado (es decir, acusado) no debería ser plato de buen gusto para nadie.
Por eso me no parece normal la fiesta de los populares valencianos. Ni acabo de entender por qué los diputados aplauden a rabiar al imputado después de salir del juzgado. O porque Rajoy llama inquisidores a los jueces y fiscales que se acercan a sus terrenos y alaba a los que se limpian los terrenos contrarios.
Vamos, que no acabo de entender la peculiar forma de encarar la imputación en el caso Gürtel del presidente popular (o populista) de los valencianos, el imputado contento.
A mi me imputan y me da el malo. Aunque sólo sea por tener que pagar el abogado o por descubrir que la gente que me rodea no es trigo limpio. El señor Camps dice estar encantado de poder ir al juzgado.
No se me ocurriría montar una fiesta en la entrada del juzgado con amigos diciendo malas palabras de los señores fiscales y jueces que me esperan dentro. Pero, si lo hago, estoy seguro que acabamos todos baldados a porrazos. Al señor Camps le ponen hasta vallas para facilitarle el paso.
Pero, sobre todo, no entiendo que un cargo público lleve encima 3.000 euros en metálico para pagar un traje. Pero estos señores dicen que pagan eso y más poniendo un billete encima de otro. Pocos pueden permitirse semejantes dispendios y menos sin echar mano de la tarjeta de crédito. ¿Ayudará el dinero a ser un imputado contento?.
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