martes, 12 de mayo de 2009

Subvención, maldita subvención

Hacedme caso. Si estáis pensando en pedir alguna subvención a la Administración Pública, sobre todo en lo que concierne a lo hipotecario, que es con lo que yo tengo experiencia, pensadlo bien.
Una vez que te das cuenta de todo lo que implica contar con ella, de todo lo que te va a fastidiar luego en alguna declaración de la renta, de todos los papeles que algún día deberás rescatar y volver a hacer, no puedes sino valorar si ha merecido la pena para lo que en realidad te ha reportado.

Ahora les pasa algo parecido a los vecinos de los cascos antiguos de Alcañiz y Andorra. Les proponen ayudas para rehabilitarlos, pero con unas condiciones que, para las familias de estatus económico más bien bajo que suelen vivir en las casas antiguas, no son nada asumibles. Y, al final, los únicos que se aprovechan de las ayudas son los que tienen más dinero.
De eso va mi artículo de esta semana de La Comarca.

APETENCIA DE CASCO

Se quejan los vecinos de los cascos antiguos de Alcañiz y Andorra, que son Áreas de Rehabilitación Integral, que las ayudas que les ofrece la administración no son ni fáciles ni, a corto plazo al menos, baratas.

A todo el mundo le gusta vivir en las mejores condiciones posibles. No precisamente por colaborar al mantenimiento del casco antiguo y ser parte de un entorno agradable, sino por uno mismo. Así que, quien no se acoge a las ayudas del A.R.I. es porque no puede y punto. Como siempre, sólo los que tienen dinero pueden arreglar sus casas. Los demás no adelantan cantidades de dinero que no tienen porque no se fían. Porque ni siquiera la Administración pública da un duro por cuatro pesetas.

La responsabilidad de que un plan destinado a los ciudadanos no funcione no se puede atribuir a la gente que no responde a él. Más bien compete a los que lo idearon. Los que olvidaron analizar el estrato sociológico y económico de los ciudadanos a los que iban dirigidas las ayudas y adaptar los trámites a sus condicionamientos. Una nueva muestra de la política ficción.

Pero bueno, ahora, ¿cuál es el camino a seguir para la rehabilitación de los cascos antiguos?. ¿Qué tal invertir para convertirlos en lugares en los que vivir sea un lujo?. Invertir de verdad, no subvencionar. Construir casas, arreglar espacios, potenciar comercio, crear plazas de aparcamiento, equipamientos que den vida, incentivar traslados… Que apetezca, vamos. Que apetezca.

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