A ver si ahora que ya ha pasado el Festival de Eurovisión se modera el efecto ‘Chiki Chiki’, porque en algunos momentos de las pasadas semanas ha superado la frontera de lo soportable. Como gracia no ha estado mal y, posiblemente, le sacaremos mucho provecho en las verbenas de este verano (me han dicho que ‘Anis y Menta’ ya lo tiene en el repertorio). Pero unas semanas sin Chiquilicuatre a todas horas en la tele seguro que nos servirá para valorar mejor este fenómeno televisivo, producto de esa gran factoría de imaginación y humor que es la productora ‘El Terrat’ de Andreu Buenafuente. Convertido en un fenómeno social, precisamente porque fue creado para eso, no sólo ha conseguido el objetivo de dar espectáculo sino que ha mejorado los resultados de los últimos cuatro años.
Pero, además, es nuestra mejor respuesta a un concurso que ya no valora lo musical. Lo demostró Uribarri adivinando el 90 por ciento de las votaciones que estaban a punto de producirse. Quedó así meridianamente claro que, por mucho que se esfuercen en vendérnoslo de otra manera, es la amistad o el patriotismo lo que mueve el voto. Los euroamiguitos del Este determinan el ganador y sólo depende de cómo se reparten los votos entre los países fijos: si con un 8, un 10 o un 12.
Claro que en España ocurre lo mismo. Rumanía lleva varios años obteniendo máxima puntuación. Actúe quien actúe. ¿Casualidad?. No, inmigración.
Ante tal pantomima… ¿qué mejor respuesta que enviar a Rodolfo?.
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