Las mismas causas provocaron la suspensión de la procesión del Santo Entierro. Pero no llegué a ver en las caras de los que tenían que estar en ella ni un poco de la sombra de la decepción, la ira contenida o el llanto reprimido que había visto por la tarde en el Drama.
Un amigo sentencia que la gente que viene a la Semana Santa nos ve porque salimos, que no salimos para que nos vean. La propia naturaleza de estos actos requiere de cierto sentimiento. Y, por supuesto, de respeto por la fe cristiana. Porque es, al fin y al cabo, de donde viene todo esto y lo que le da sentido.
Ni siquiera en todos los pueblos de la Ruta del Tambor y el Bombo tocar los tambores y bombos puede ser considerado aún tradición.
No tiene sentido, pues, que los cofrades rían y saluden mientras tocan el tambor en la procesión. O que en las cofradías sobren los tocadores pero cueste encontrar gente para llevar las peanas de los Santos. O que, pendientes de la procesión que va a venir, se hable y se ría en la Iglesia mientras el sacerdote ultima el oficio religioso.
Por eso no dejo de pensar que quizá alguien, en algunos sitios, debería replantearse la relación que existe en algunos municipios entre la religión y el tambor y el bombo. Entre la verdadera tradición y la actual cultura. Ordenar ideas y aclarar conceptos y comportamientos para armar a la Semana Santa con una buena ración de sentimiento con sentido.
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