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No puedo evitar albergar
cierto temor sobre la verosimilitud de la visión del fin del mundo
que nos ha legado la que fue poderosa civilización maya. Pero lo
que me consuela profundamente es el perfil de las personas que han
estudiado y dado pábulo a estas supuestas profecías, determinadas a
partir de uno de los calendarios mayas o, más concretamente, de su
final.
En la lista de nombres de
estos alarmistas del 2012 hay desequilibrados que no dudan en
autoproclamarse “profetas”, fanáticos convencidos de una
invasión de naves extraterrestres o, simplemente, estafadores que no
dudan en aprovechar la psicosis de unos pocos para hacer negocios. Y
es que el miedo o el temor del ser humano por su propia
supervivencia, convierten a muchas personas en objetivos preferentes
para el engaño. Lo saben muy bien en algunos bancos o cajas de
ahorro.
Así en general me niego a
ponerme nervioso ante la posibilidad de estar cerca del final del
mundo en el que vivo. Incluso he comprado lotería para el día
siguiente. Total, si al final no llegamos a ver el bombo dando
vueltas, ya no nos importará demasiado habernos gastado una pasta en
papeletas. El fin del mundo es una de esas cosas frente a las que no
se puede hacer mucho, ¿no?.
Otra cuestión son las
teorías que interpretan los símbolos mayas como una alusión a un
cambio de era, porque esto sí lo estoy viendo. Algo está cambiando
bajo la cobertura de la llamada “crisis” que otros sentimos como
“estafa”. Lo que temo es que el cambio nos retrotraiga a los
primeros años del siglo XX en cuanto a derechos como ciudadano. Lo
que ansío es que esto sea el principio de una revolución social.
¿Qué es lo que dirían los mayas de esto?.
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